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CARNAVALES DORADOS DE SAN FERNANDO DE APURE


        ING. VLADIMIR HIDALGO LOGGIODICE


Carnaval significa "quitar la carne", es alegría, frenesí, eliminación de tensiones y tabúes, y en él "se vive la vida loca". En su celebración casi todo está permitido y para que los participantes resguarden su reputación deben cubrir el rostro con antifaces y disfraces. Históricamente es una fiesta establecida por el calendario de la iglesia católica y brinda el marco de licencia y libertad que culmina abruptamente con la cuaresma. Al llegar el siglo XX la tradición de festejarlo se renueva en Venezuela con desfiles de carrozas y comparsas de mamarrachos, aprovechándose esos días para efectuar acciones reprimidas durante el resto del año, por la presión social y cánones de conducta establecidos "por el qué dirán". De modo que no era inusual que un hombre vistiera de mujer e intentara levantar su falda, algo no permitido fuera de fechas carnestolendas.


En San Fernando de Apure siempre ha gustado la parranda y la diversión a granel, y por primera vez en 1928 se conjuga un derrape ruidoso, hermoso y espléndido acordado por el presidente del estado, general José Domínguez. En estas festividades se derrocha el perfume y la emoción, donde las capas más progresistas de la población organizan la elección de la Reina de Carnaval, resultando electa la señorita Ana Teresa Rodríguez, representante del centro educativo de niñas Escuela Federal N°63. Los carruajes para pasear a la soberana y su comitiva son tres grandes carretones movidos por mansos bueyes. El móvil de su majestad es maravillosamente adornado, pero durante el desfile sucede un incidente. Los animales no resisten el acoso del gentío en la calle El Comercio y en la transversal de la esquina El Cañón salen corriendo con las carretas cargadas de muchachas, y la muchedumbre atrás y los laterales se asombran con el espectáculo. Al controlarse la situación finaliza la jornada de aquel lunes. El martes el maestro Rafael Villegas prepara una carroza simulando un inmenso barco que echa humo, labor artística de gran artesanía desde donde lindas jóvenes lanzan caramelos y arroz. Los vestidos de mamarrachos persiguen a los chiquillos, quienes huyen a refugiarse en sus casas y en el regazo de madres y abuelas.


Con el paso del tiempo, la algarabía del día se transforma en sosiego y elegancia en la tarde, con un toque aristócrata en horas nocturnas. La fuerza del juego pagano y salvaje da paso a las comparsas en limosinas descubiertas, desde donde arrojan serpentinas, caramelos y papelillos. Las paradas engalanan la calle El Comercio para luego mudarse a la Bolívar. Una belleza para el deleite de chicos y adultos. Es casi un delito mojar un disfraz. Los bailes inician a las 8 pm hasta que el cuerpo aguante. En la plaza Libertad la Banda Bolívar ajusta la batuta para divertir amenamente al pueblo, mientras en casas y clubes suenan las vitrolas y ortofónicas,  sin faltar la música con instrumentos de cuerdas y viento. 



Valses, pasodobles, boleros, foxtrox y tangos infaltables en el repertorio. Las invitaciones para el baile directo con el jefe de familia y las muchachas llegan acompañadas de sus padres. Los caballeros con paltó o liquiliqui blanco, no se aceptan en camisas o guayaberas. El sombrero camarita o Borsalino ala corta. Los muchachos portan fuete y los mayores bastón o un palo fuerte y curtido. Las damas se presentan en traje de talle largo manga corta, poco descote y a media pierna, un poco por debajo de las rodillas. El sábado de Octavita todos a la plaza Bolívar a aplaudir la Fiesta del Caimán, muy folclórica y llena de colorido. El saurio se saca del río Apure, cuyas aguas orillan en la calle El Comercio, para luego amarrarlo vivo a la pata de un árbol en la plaza. Se sacrifica el domingo acompañado de danzas alrededor de él y personas con atuendos de caimán para finiquitar los ritos carnestolendos.


Durante el Carnaval los pueblerinos gozan un puyero en "Los Dioses", parrandos populares escenificados en el puerto sanfernandino, donde la gente desinhibida con su disfraz y antifaz, toma, baila y disfruta hasta la madrugada. Muchos los divorcios generados por esta costumbre, pero "Los Dioses" son casi ley o las festividades en honor al Rey Momo no son bien percibidas con este elemento ausente. Posteriormente mudan esta tradición al local del London Bar, ya degenerado en su época descendente, y luego a la casa vecina a José Faoro, para extinguirse  en la esquina de "Mi Cabaña", residencia de los Betancourt.



Al arribar a las décadas de los 50, 60 y 70, los Carnavales de San Fernando toman otros carismas y se conmemoran con gran ahínco. Entre las 9 am y 3 pm se juega con agua e incrementan los signos de locuras con verdaderas batallas campales protagonizadas por las Banderas Blanca, Roja y Negra, provenientes de los barrios Jobalito, La Defensa y Laguna Perro Seco, respectivamente. Estos grupos multitudinarios recorren las calles a pie para echar agua, negro humo, manteca de coporo, harina de trigo, huevos descompuestos, aserrín mojado, entre otros. El Dr. Edgar Domínguez Michelangelli, gobernador de Apure durante la dictadura de Pérez Jiménez, posee su propio grupo y pobre de aquella familia que no abre las puertas de su hogar para integrarse a la mojadera. Todos los años toca  en la residencia Loggiodice Ochoa y grita "Mecha Ochoa, abre el portón que llegamos a mojarlos". Al no recibir respuesta tumban la puerta, bañan a la matrona y sus doce hijos. Minutos después llegan los carpinteros del gobierno a reparar los daños causados y todo queda en caras felices y deseos de continuar con el berrinche. A las tres de la tarde las campanas del reloj de la vieja catedral anuncian el cese  de hostilidades y caravanas de vehículos  con buena música avisan que deben retirarse a sus hogares a cambiarse para participar en las plazas y calles del desfile de carrozas, comparsas de disfraces y echar un pie al compás de excelentes agrupaciones musicales.





En la capital apureña brillan los clubes Leones, Comunicaciones, San Fernando, Cachilapo, Caney y Los Corrales. En ellos se reúnen las familias amenizadas por Miguel Sizo y su Orquesta, Sonora San Fernando, Carmelo Aracas y sus Muchachos, Nelson Hernández y su Conjunto, Hermanos Bermúdez y otros. También son escenarios de elecciones de reinas y concursos de disfraces. Los templetes cada año en la calle Comercio y la plaza Negro Primero con las orquestas Billo's Caracas Boys, Los Melódicos y Orlando y su Combo. Las instituciones educativas festejan a lo grande escogiendo sus reinas, fiestas en la escuela y paseos en carrozas.







Ricardo Montilla, gobernador de la entidad 1965-1967, pone todo su empeño por una celebración de primera categoría. Decreta los Carnavales, autorizando el juego con agua hasta las 3 de la tarde, inclusive se incorpora al relajo montado en su famoso Jeep Willy. La persona que viola el acuerdo oficial es detenida por treinta días y lo más sano es no ponerse cómico para no recibir el 30-30 de Montilla. Su mandato destaca por el virtuosismo de todas las actividades alusivas a esta época previa a la cuaresma. El auge tiene vigencia hasta inicios de los 90, al continuarse con el dinamismo antes descrito.






A pesar que hoy se realizan la elección de la reina, desfiles de carrozas y comparsas, juegos de playas y actividades en los colegios; aquellos Carnavales Dorados aún viven en la memoria de quienes los disfrutaron. Difícil olvidarlos porque son una Vivencia de mi Pueblo.




*** Edición y Montaje, Lic. Wladimir José Hidalgo Benítez.

*** Agradecemos al Dr. Iván Pérez Castillo por la amabilidad de enviarnos sus notas sobre los Carnavales de antaño de San Fernando de Apure y todo el material que hizo posible construir este trabajo. Su desprendimiento y falta de egoísmo es digno de admiración. También a la Fundación Histórica Cultural "Dr. Italo Francisco Decanio D'Amico, por su artículo "El carnaval y su origen", de la publicación "El San Fernando del ayer". A Pedro Laprea Sifontes por su publicación sobre el carnaval de Apure en el periódico El Llanero, fechada 14 de marzo de 1981.

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