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RICARDO CASTRO ÁLVAREZ

 

   ING. VLADIMIR HIDALGO LOGGIODICE


Este artículo es parte de un trabajo autoría de la Dra. Aurora Díaz de Sánchez, "Mamá Grande del Folclore" e integrante de la Primera Promoción de Abogados de la Universidad de Carabobo, para homenajear con respeto, admiración y cariño al Dr. Ricardo Castro Álvarez, con motivo de celebrar el distinguido profesor 50 años de graduado en esa casa de estudios.

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RICARDO CASTRO ÁLVAREZ

Aurora Díaz de Sánchez 

Ya en los años sesenta del pasado siglo, vivía en Valle de la Pascua una familia conformada por Don Martin Castro Castillo y Doña María Mercedes Álvarez de Castro, Doña Pura, y sus dos hijos adolescentes, Ramón Antonio y Ricardo José. Don Martín se dedicaba al comercio de ganado e insumos necesarios al sector agropecuario; y María Mercedes era esposa y madre abnegada, dirigente democrática que frenteaba siempre por los derechos de su pueblo. Los muchachos tenían ganas de estudiar, y Doña Pura deseaba ayudarlos a coronar sus sueños; por tanto, en vista de los limitados recursos de la región deciden mudarse, y buscan hacia el centro, a Valencia, ciudad donde tienen conexiones y viejas amistades. Ya en la gran ciudad se ubican en la Avenida Miranda, una de las tres arterias viales que arrancaban de la Avenida Bolívar.



 Ricardo había hecho su escuela primaria en Valle de La Pascua, y su educación secundaria en el Liceo Pedro Gual, bajo la dirección  del Profesor Jesús Berbín López, egresado como abogado en la primera promoción de la Universidad de Carabobo. Los hermanos guariqueños se incorporan a la Universidad de Carabobo durante la Rectoría de José Luis Bonemaison; uno, Ramón, buscando aliviar las dolencias y padecimientos del ser humano en físico, y el otro, Ricardo, aspirando cubrir las falencias por las que padecen los ciudadanos desasistidos en sus más elementales derechos. Se gradúan llenando de orgullo sano a sus padres. Ramón se hace internista y postgradúa en Medicina Critica, llegando a ser Presidente de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna y fundador y Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina Interna (SOLAMI). Se fue muy joven, víctima de una cruel enfermedad. Su recuerdo pervive en su familia, sus amigos, sus pacientes, su entorno. Cuán cierto es aquel adagio que sostiene que, mientras nos recuerden y mencionen, no hemos muerto… 



Comenzó a trabajar a los 16 años en el Polígono de Tiro ubicado en Guaparo; allí se mantiene hasta que se gradúa de Abogado, y entonces inicia su periplo hacia otro llano distinto a aquél que lo miró nacer. El sabor azucarado de los mangos, el perfil de la casa de alto de los Núñez Balarino, y el cantío de agua clara de la Bocatoma, lo reciben en San Carlos de Austria, en Cojedes, donde ejerce libremente la profesión y presta servicios en el Instituto Agrario Nacional como Consultor Jurídico, y desde allí le pone la vista otra vez al llano, hacia la inmensidad de la tierra apureña. En San Fernando ejerce el mismo cargo que en San Carlos, y posteriormente, cuando Elías Castro Correa fue Gobernador del Estado Apure es designado Secretario General de Gobierno, fungiendo como gobernador encargado en diferentes oportunidades. 



Cuando se retira del quehacer político, se incorpora como soldado raso al naciente núcleo de La Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, “La Universidad que siembra”, y le dedica su alma, su corazón, su vida, a esa institución que germina próspera en esa tierra generosa que le dio a Ricardo amante esposa, Yajaira, de raíces andinas y sangre valerosa y querendona, como buena llanera, y dos hijas preciosas: María Nazareth y María José, quienes honran en sus nombres a la Santa familia, y son alegría perenne de sus padres. 


Hizo carrera en la UNELLEZ, comenzó desde abajo, como el peón más humilde del arreo del saber, en esa zona en donde se atrevió la Universidad. Recorrió todos los escalafones, y después de prestigiarse la Universidad con la Rectoría de Felipe Gómez Álvarez, Rafael Isidro Quevedo y Humberto Jiménez González, con digno orgullo recibe Ricardo Castro Álvarez su designación como cuarto Rector de la UNELLEZ. Desempeñó su cargo con pulcra honestidad, vocación de servicio, contacto con el mundo estudiantil y con la sociedad, representada en sus instituciones y en el conglomerado de Barinas a donde llegó como Rector.


 Hubo muchos logros durante su gestión. Se ampliaron los caminos de la cultura, y los escenarios de la Universidad en cualquiera de sus núcleos, ya fuera junto al río Apure, al pie de la serranía en Altamira de Cáceres o en Calderas, rogándole a las Vírgenes del Pilar o del Real, orando devotos frente a nuestra patrona nacional, la Virgen de Coromoto, en Guanare, o ante San Miguel en San Carlos, se adornaban con la presencia de connotados artistas regionales, nacionales, y extranjeros, quienes traían sus voces y talento a la UNELLEZ, producto de los intercambios que se propiciaban entre las casas que se construyeron para alejar las sombras de la ignorancia en nuestra América. Fueron muchos los viajes del autobús de la UNELLEZ cargando muchachada e ilusiones, compartiendo esperanzas, enseñando quehacer de pueblo nuestro, y aprendiendo del trajín de otros lares; y evocamos con amorosa nostalgia los tiempos de nuestro hermoso Jardín Botánico, coronado de aquel amplio mirador donde era compromiso obligado llevar a quienes agasajábamos, jerarcas de la ciencia y la cultura, para que vieran desde ese púlpito, cuánto soñaba abarcar la UNELLEZ … Y luego, a regresar con nuestros invitados de otras regiones, a compartir el condumio del día a día generoso, del almuerzo de los alumnos y el personal de la Universidad. 


La oferta propuesta por Castro al asumir la Rectoría de la UNELLEZ fue la democratización de la Institución. Un magnifico equipo lo acompañaba; saltan a mi memoria algunos nombres como el del Dr. Boris Hidalgo, densamente formado en materias tan indispensables como física y matemáticas, las que él hacía de fácil entendimiento, como una regla básica en los conocimientos necesarios y que dirigió las Relaciones Públicas de la Universidad. Entre otros, vuelven a mi memoria, como estallidos luminosos los nombres de Luis Suarez Cordero, Pedro Jáuregui Valero, Roquil Silvan Parra, Ángel Flores Gutiérrez, Julio Gelves Ramos y Haydee Gallardo de Maldonado. Y trabajó Ricardo con su gente, y trabajó y trabajó, hasta lograr el fruto de lo que fue su promesa: Democratizar la Universidad, y conseguir que sus autoridades se escogieran por elección, dentro de la familia que conformaba la UNELLEZ.


 Se estudiaron los planteamientos, buscaron alternativas y reformaron los reglamentos, siendo decisivo en esos tiempos el respaldo de la Consultoría Jurídica de la UNELLEZ, donde estaba al frente el Dr. Eleazar Arreaza, precedido por el Dr. Juan Pedro Mahuad Prieto, quien para entonces ya formaba parte del equipo profesoral, al cual ingresó por concurso. Así Ricardo Castro Álvarez bordó filigranas y trabajando como hormiguita, comandando un ejército muy bien organizado, con disciplina y mística, pudo mostrar sus manos pulcras de honestidad, colmadas de esperanzas realizadas, lo que fue posible no por el respaldo económico, ya difícil en esos tiempos, sino sobre todo, por esa labor de titanes que no se ve, en el esfuerzo continuado del día a día, y que sólo se logra cuando por formar parte de una institución, conoces los problemas y las adversidades de ella, y esa misma dinámica, conlleva la solución y el alcance del objetivo tantas veces soñado. 


Cuando entrega el Rectorado se sustenta en un rico balance que es pródigo en haberes y haceres; ahora la UNELLEZ se arropa en la satisfacción de todos, pues disfrutan la democratización de la misma; ya no importan los miedos a los cambios y a las innovaciones, pues el logro de esa vieja aspiración, tatuada en el subconsciente del colectivo universitario, es para todos. Trabajaron los Rectores anteriores con empeño y pasión en busca de la calidad máxima de la naciente institución, y le correspondió a Ricardo Castro entregar a un nuevo Rector, electo de forma democrática, emergiendo del conglomerado universitario, una institución remozada en su estructura académica y administrativa, con legislación que abre caminos a la descentralización, y a una mayor fluidez en los trámites administrativos y presupuestarios, facilitándose así, las decisiones a nivel organizacional. 


Puede decirse entonces, que su gestión logró alcanzar una mayor participación de la comunidad unellista en la conducción de la Universidad, así como también, la impostergable reforma curricular, y la actualización de las políticas institucionales, todo lo cual incidió positivamente en las diferentes áreas del acontecer universitario. Hay una frase de Lope de Vega que siempre me impactó por su lapidaria sencillez en la que dice tanto: “Más quiero ser entendido que defendido”. Ricardo la hizo suya cuando concluyó su discurso al entregar el Rectorado al primer Rector electo, realidad de sus aspiraciones y desvelos, y con alma grande agradeció a sus colaboradores, al alumnado, a la comunidad, a la ciudad que lo recibió y que lo despide.


Regresa a su lar, a la Valencia escogida en su formación profesional y humanitaria, donde retorna a nuestra Alma Mater, a la Universidad de Carabobo, a sus clases de Derecho Laboral, disciplina esta, en la que conjuntamente con Gerencia Educativa, se había postgraduado años atrás. Está contento, es maestro, guía, ductor, oyente consecuente y fiel amigo, hombre de hogar, donde alimenta el amor de su esposa, sus hijas, su mamá, y de quienes fervorosos lo frecuentamos, deseosos de compartir su palabra profunda, aprendiendo de su modestia y conciencia de auténtico saber. San Carlos y San Fernando lo acunaron como hijo afectuoso, hoy Barinas añora la bonhomía del hombre noble que la prestigió mientras ejercía con discernimiento y corazón el Rectorado de su Universidad, y que ahora ejerce la Dirección de Postgrado de la Universidad Arturo Michelena, allá, al pie de la montaña, en la Valencia a la que tanto agradece, desbordando paciencia, bondad y conocimiento en esas mentes que llegan, ávidas de aprender a esa casa de luces infinitas, honrada con el nombre de Arturo Michelena, al que lo imaginamos a menudo de frente a su ciudad, mirando lejos el cauce del Cabriales, soñando con la eternidad que abarca su universo.


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Ricardo Castro Álvarez alcanzó la excelencia como docente, transmitiendo sus conocimientos a miles de alumnos apureños y de otras latitudes. Se le recuerda por su pasantía en la política regional, pero sobre todo por la sabiduría impartiendo clases y dirigiendo la primera Alma Mater de Apure. Por eso es un Personaje de mi Pueblo.

*** Edición y Montaje, Lic. Wladimir José Hidalgo Benítez.

*** Agradecemos a nuestra amada Aurora Díaz de Sánchez por regalarnos este pedacito de su extensa obra. Al Dr. Ricardo Castro Álvarez por el apoyo fotográfico.

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