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JULIO M. ARAY


  ING. VLADIMIR HIDALGO LOGGIODICE


Hijo de Rosa Aray y Francisco Díaz Castro, El Yagual oye el 13 de noviembre de 1908 el primer llanto de un niño pobre que se convierte por su apego al trabajo, en un próspero empresario de San Fernando de Apure. Pasa de vender arepas, hallacas y empanadas por las calles de su pueblo natal hasta alcanzar el estatus de Don JULIO M. ARAY. Junto a su madre llega muy chico a San Fernando y a los 12 años se independiza para bregar en la pobreza por un futuro mejor. Permanece fuera de su estado por varios años, pero luego retorna a su terruño. Con apenas segundo grado aprobado labora de chofer de plaza, como llaman a los taxistas para la época. Gracias a esta profesión conoce al general José Domínguez, presidente del estado Apure (1927-1931), quien lo contrata como ayudante y chofer. Nace un estrecho vínculo entre ellos al extremo que Julio lo considera su padre. Llega a ser Jefe Civil y cuando el general abandona el cargo fluye su espíritu de comerciante. Lleva encomiendas al centro del país y trae repuestos por encargo. Contrae nupcias con Sofía Moyejas y de esta unión vienen al mundo sus hijos Julio, Rosa y Teófilo. De una relación anterior, Ricardo e Iraida.Su esposa y cinco muchachos son sus grandes amores, protegiéndolos siempre con pasión y dedicación.




La Segunda Guerra Mundial pone en sus manos un jugoso negocio de cauchos e instala la primera bomba de combustible manual de Apure, ubicada en lo que hoy es la intersección de la Av Miranda y Paseo Libertador, ribera sur del río Apure. En el invierno las canoas atracan a orillas del negocio a entregar tambores de gasolina. Su prosperidad florece y funda su famosa empresa de ventas de partes automotrices Auto Repuestos Juan Bimba, en donde más tarde se levanta el hotel La Torraca. Años después la muda al cruce de las calles Fonseca, ahora bulevar, con Comercio.


Del avance económico de Julio Aray se elabora una leyenda urbana por todo San Fernando y resto del estado. Todavía muchos viejos apureños comentan que en su residencia de la calle Sucre c/c Plaza, encuentra una jugosa botija llena de morocotas, naciendo con ello su fortuna. Pero lo cierto es que él hace negocios a conciencia. Arriesga pero tiene olfato para detectar las buenas oportunidades. Por ello pertenece a ese grupo de hombres ilustres que surgen en el comercio, sin especular ni robar a nadie, como Félix Rodríguez, Pedro Salas, Emilio Rodríguez Seintón, Juan Bautista Sosa, César Montes, José Rafael Estévez, Nicolás Sánchez, Juan Bautista Loreto, Carlos Rodríguez Rincones, Carlos Vivas, entre otros.




Viaja por muchos lugares aprendiendo su oficio. Estados Unidos, México, Brasil y Argentina, algunos de los países visitados. Invierte en la compra de los cines Libertador y Arauca, y en la venta de vehículos Ford y Jeep Willys. Presta dinero "con la palabra como único documento" y no persigue a quienes "se van con la cabuya en la pata". No deja deudas ni enemigos. Cuentan que Atilano Gómez le corta la barriga y se va del pueblo creyéndolo muerto, pero al regresar a los años muy rico, le perdona y reinician la gran amistad y partidas de cartas. "Esa fue una pelea entre amigos borrachos", justifica Aray.


Julio es flaco hasta los treinta años, luego empieza a engordar y se le recuerda como un hombre barrigón, bonachón y mamador de gallo con sus amigos.Viste con elásticas, pantalones anchos y sombreros Borsalinos, que luce con su gruesa hebilla de oro cochano con su nombre grabado. Gusta de las ciencias ocultas. Junto a José Faoro busca "entierros" en medio San Fernando. Como ritual, todos los 31 de diciembre a la medianoche, disfruta un baño en el patio de su casa con inciensos, esencias diversas y plantas, que coloca en una ponchera, salta sobre ella en cruz chasqueando los dedos y rezando, seguido de una larga jornada de tragos. Su vecina la "Chinga" Zoppi, conocedora de sus gustos esotéricos, al sentir el olorcito con el ruido del cañonazo le grita, "Julio, tírame algo bueno pa mi casa que estoy empavaita".


Ese es Don Julio, un ser que vive para hacer lo que quiere, un triunfador, un hombre leal. En su niñez es aislado, sin relaciones y recursos materiales de ningún tipo, pero con un corazón inmenso que le ayuda a levantarse de la nada para lograr el éxito personal, económico y familiar. Fallece el 26 de febrero de 1972.


Esa firmeza y tenacidad, dirigidas por una capacidad de juicio realista y clara, que le llevan a conquistar capital, gozar de influencias, autoridad, respetabilidad y notoriedad, convierten a Julio M. Aray en un Personaje de mi Pueblo.


*** Edición y Montaje, Lic. Wladimir José Hidalgo Benítez.

*** Gracias a Teófilo "Negro" Aray, hijo de Don Julio Aray, por todo el apoyo para crear esta historia, tanto texto como imágenes.

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