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Dr. JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ. VIDA, MÚSICA Y SU MILAGRO EN APURE

 * PERSONAJES Y VIVENCIAS DE MI PUEBLO*


*Ing. Vladimir Hidalgo Loggiodice*
 
*Dr. JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ. VIDA, MÚSICA Y SU MILAGRO EN APURE*

"Médico de los pobres con tu prominencia, sanaste al enfermo usando la ciencia, mientras que además al Padre rogabas, para que el milagro ocurriera en su alma. Discípulo fiel fuiste de Jesucristo, que evangelizó con su gran compromiso, hoy te pido escuches nuestras peticiones, y crezca la fe en nuestros corazones". Esa es la tercera estrofa del Himno del Venerable Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Nace en los bellos paisajes trujillanos, en la rural Isnotú, el 26 de octubre de 1864. Segundo de siete hermanos del matrimonio de Benigno Hernández y Josefa Cisneros. A los tres años es bautizado y confirmado, y al cumplir los siete recibe la primera comunión. El padre lo forma en el estricto cumplimiento de obligaciones y deberes, en la prudencia y justicia, ello forja su carácter. La madre y su tía paterna María Luisa lo llevaban a misa regularmente, así como a los oficios y visitas a enfermos. Ello siembra en él personalidad y sensibilidad. Reunía las buenas costumbres de un hogar llanero en los andes, combinando el patrimonio de ambas culturas. Doña Josefa le enseña a leer, escribir y principios básicos de matemáticas, pero en 1871 le llega la muerte prematuramente y el niño es inscrito en la única escuela de Isnotú, donde absorbe todo lo que pudo en conocimientos. Curioso y estudioso proyecta hacerse sacerdote, abogado, pero su padre lo orienta por la medicina, emprendiendo viaje a Caracas a los trece años, siempre con la mente puesta en prepararse para ayudar a los más necesitados.





En la capital destaca como buen estudiante en el "Colegio Villegas", donde lo nombran inspector de disciplina y preparador de aritmética. En 1882 obtiene el título de bachiller en filosofía y era asiduo lector de obras clásicas. Desde temprana edad apreciaba la música, le gustaba bailar y lo hacía muy bien, además de confeccionar su propia ropa. En septiembre de ese año ingresa a estudiar medicina en la Universidad Central de Venezuela, ganando el premio como mejor estudiante varias veces. Aprende a tocar los acordes del piano, convirtiéndose en un virtuoso intérprete del instrumento. Seis años después se gradua de médico y el rector de la universidad, Dr. Aníbal Dominichi, exclama, "Venezuela y la medicina esperan mucho del Dr. José Gregorio Hernández". 


A pocos meses de graduado, el gobierno del presidente de Venezuela, Juan Pablo Rojas Paúl, lo beca para ir a Francia a especializarse en las técnicas modernas de la medicina. Recibe clases en el laboratorio de Charles Richet, que obtendría el premio Nobel de Medicina en 1913. Con Mathías Duval estudió microscopía, embriología e histología; destacando en bacteriología con el profesor Isador Strauss, quien le otorga una medalla como mejor médico alumno de su especialidad. Regresa al país en 1891 bien formado y con un laboratorio que instala en la Escuela de Medicina de la UCV. Comienza con él a la cabeza una pedagogía científica médica, con pruebas de laboratorio y experimentación. Junto al Dr. Luís Razetti innovan las prácticas sanitarias del país hasta entonces precarias. En sus dos años en París aprende a tocar violín y se convierte en el mejor médico investigador de Venezuela.


Tenía como rutina diaria ir a misa, visitar los enfermos, pasar por la Tercera Orden Franciscana Seglar, a la cual se consagró en 1899, y dar clases en la universidad de histología, parasitología y bacteriología. Ante su amigo el Dr Razetti defendía las enseñanzas creacionistas de la iglesia católica, frente a las teorías evolucionistas de entonces. Ambos eran individuos de número de la Academia Nacional de Medicina. 


En 1906 publica "Elementos de Bacteriología", donde recoge sus experiencias en el laboratorio. Durante sus 23 años de docencia dicta 32 cursos y no conoce el apego por los bienes materiales. En 1908 decide hacerse religioso y entra en el Monasterio de la Orden San Bruno de la Cartuja de Farnetta en Italia, un año después retorna al país por problemas de salud.


Funda el Centro Católico y ayuda a los sacerdotes a preparar las homilías de Semana Santa. Insiste en hacerse religioso e ingresa al seminario apenas regresa de Italia. Tres semanas después lo abandona. Monseñor Juan Bautista Castro le indica que sería más útil atendiendo a los enfermos que desde los púlpitos, lo cuál acepta con humildad.


El 19 de abril de 1910 solicita recursos al Congreso de los Estados Unidos para actualizar los equipos de laboratorio. Dos años después publica "Elementos de Filosofía" que reúne su visión de la vida. Ese año rechaza airadamente el cierre de la UCV por parte de la dictadura de Juan Vicente Gómez. En 1913 se embarca nuevamente a Italia. Es admitido en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma en un tercer intento por ser sacerdote. Contrae tuberculosis y regresa a la patria justo cuando estalla la Primera Guerra Mundial.


Un día, José Gregorio en su casa tocaba en el piano "Alma Llanera" y pasa por allí Don Pedro Elías Gutiérrez, destacado músico y compositor nacional, quedándose a escuchar del lado de afuera de la casa. Al finalizar la pieza se acerca a la puerta y solicita ver la persona que tan bien interpretaba la melodía. Sale y Don Pedro Elías lo felicita por su excelente ejecución, a lo que responde el Dr. Hernández, "Es la obra del gran compositor Pedro Elías Gutiérrez y por eso se oía tan bella". A lo cual Gutiérrez responde, "Puedo apreciar lo bien que usted la interpreta porque soy Pedro Elías Gutiérrez". Dicen que así se conocieron estos dos grandes venezolanos.


En 1917 viaja a Estados Unidos a fin de actualizar su libro "Elementos de Bacteriología". Aprovecha en New York y se manda a hacer el retrato que da origen a toda su iconografía. Tras renovar sus prácticas de laboratorio regresa a Caracas y en 1918 se desata la Gripe Española que hace estragos en el mundo. Era el más versado en bacteriología y su trabajo fue clave para diagnosticar, aislar y tratar a los pacientes. 


Pasada la crisis retoma sus consultas y visitas a los enfermos. El domingo 29 de junio de 1919 le avisaron de una anciana grave y de inmediato acude a socorrerla. Resuelve comprarle las medicinas en la Botica de Amadores. Al cruzar la calle no advierte un carro que pasaba a la altura de un tranvía estacionado. Lo impacta y al caer se golpea la cabeza. El chofer lo lleva al Hospital Vargas y es atendido por el Dr. Luís Razetti sin poder salvarlo. La conmoción fue generalizada. La mayor muestra de gratitud de su gente se hizo palpable cuando fue conducido a su última morada. Fue una manifestación popular masiva jamás vista hasta la fecha. Don Rómulo Gallegos se pronuncia ante su féretro, "Frente a él todos experimentamos el deseo de ser mejores".


Se iba el hombre que concebía la medicina como un sacerdocio. La feligresía nacional inicia desde entonces la devoción por el médico de los pobres. Por 100 años se le atribuyeron miles de milagros dentro y fuera de nuestra geografía, pero ninguno fue documentado. Sus devotos se multiplican y exigen que el doctor bueno sea elevado a los altares del catolicismo. En 2017 ocurre lo tan esperado y sólo una humilde familia lo sabía. He aquí el milagro.



El 10 de marzo de 2017, Julián Solórzano y su hija Yaxury recorren en moto los caminos polvorientos del caserío Mangas Coberas, estado Guárico. A escasos 200 metros de llegar a su residencia, divisan a varios individuos desconocidos que con armas de fuego en manos les hacen señas de detenerse. Julián, presintiendo el peligro, le dice a la joven, "Aprete duro porque no nos pararemos". A tres metros oyen un disparo de escopeta y ambos caen al piso. El padre ve a Yaxury herida en la cabeza, la toma en sus brazos y corre hasta su casa. Los delincuentes huyen en sentido contrario. La madre, Carmen Ortega, al recibir a su niña de 9 años en mal estado, se arrodilla con ella y eleva oraciones al cielo, "Se la entrego a Dios y al Dr. José Gregorio Hernández. Hagan con ella lo que quieran, pero no me la quiten". Devota del Venerable, como toda la familia, tuvo la fe inmediata que metería sus manos por ella. Según Solórzano, "Botaba por la herida como una masa de harina de trigo y sangre. Eso me asustaba".


Trasladan a Yaxury en lomos de bestias hasta un lugar donde abordan una embarcación y prosiguen el camino aguas arriba para llegar a Guayabal, Guárico, en carro. Ahí ubican una ambulancia y toman rumbo a San Fernando de Apure. En el camino el vehículo sufre una falla y lo reparan en tres horas. Finalmente pisan la sala de Emergencia Pediátrica del hospital "Pablo Acosta Ortiz". Fue un lapso de tiempo signado por el sufrimiento, angustia y lucha por sobrevivir. Son recibidos por los médicos pediatras Dra. Yenny Solórzano, Dr. Juan Carlos Rodríguez y Dra. Zaida Vielma, Jefa de Pediatría del HPAO.


La paciente ingresa inestable, con signos vitales comprometidos. A medida que pasaban las horas se deterioraba neurológicamente. Se manejaba un potencial desenlace mortal. Sus heridas mostraban un escenario distante de la vida. El equipo médico le manifiesta a los familiares que la niña tenía condiciones clínicas graves y dependía de una intervención quirúrgica. La madre se aferraba a sus creencias religiosas, "Nos dijeron que estaba muy grave, pero había alguien que me manifestaba que no me preocupara, que tuviera fe y más nada, era el Dr. José Gregorio Hernández. Me decía que Yaxury no estaba mal y deposité toda mi fe en él, porque a cada rato me lo repetía".


En esa fecha se celebra en Venezuela el Día del Médico, un asueto para ese gremio. Sin embargo, se sentía un ambiente mágico y divino en la sala de pediatría. Todo lo que se pedía para salvarla aparecía milagrosamente, antibióticos, ventilación, vía central, tomografías, ambulancia, residentes, realmente todo. Las condiciones se dieron favorablemente sin explicación alguna. Una mano sobrenatural hacía posible lo imposible. Los médicos que se llamaron se abocaron de inmediato al caso. Para entonces, el hospital no contaba con neurocirujanos y los dos únicos especialistas en esa área, residenciados en Apure, se encontraban en Caracas en los actos conmemorativos de su día. El Dr. Alexander Krinitzky es contactado a las 5 de la tarde y emprende el retorno a San Fernando. Llega pasada la medianoche directo a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) a evaluar la paciente en estado de sedación, inconsciente y entubada. Hace las coordinaciones para operarla al día siguiente en la clínica privada Unidad Quirúrgica Integral "Dr. Luís Oliveros".


El galeno comunica su decisión a la señora Carmen Ortega y se retira. "Al irse el doctor, llegó el Dr. José Gregorio Hernández. Tocó a mi hija de pies a cabeza y me dijo, tranquila, tenga fe que su niña va a salir bien. No la va a operar él, la voy a operar yo. Las manos mías serán las de él. Dios me envió a operarla". Carmen corre llorando al encuentro de su marido y le relata la experiencia, a lo que él responde, "Por qué lloras, ella está con el Dr. José Gregorio Hernández y se va a salvar. Tengamos fe". Todo esta historia quedó en el seno familiar por temor a ser considerados locos. Se realiza una cirugía de control de daños en la herida craneal penetrante de diagnóstico complicado, con fragmentos óseos y metálicos intercerebrales, que no pudieron ser retirados en su totalidad para no causar mayores daños. Reparan el tejido y el equipo médico comenta al final que si lograba sobrevivir probablemente presentaría déficit neurológico con baja calidad de vida. Todo ello basado en lo que vieron.


Yaxury vuelve sedada a la UCI del hospital e inicia una recuperación asombrosa. Es dada de alta, con el seguimiento por la consulta de pediatría especializada, sin aparentes secuelas motoras y neurológicas. Diez días después de la intervención, el Dr. Krinitzky pasaba consultas y entra una señora con una niña caminando con un gorrito en su cabeza. "La señora se sonríe y me pregunta si la recuerdo, a lo que respondo que no. Me dice que es la niña del tiro que habíamos operado con aquel desastre visto en el quirófano. Cuando entro en razón de quien se trata y observo su evolución me impresiona muchísimo, a tal punto que le hago un video con el teléfono a la niña en aras de practicarle un examen neurológico. Éste demostró que no tenía déficit facial, motor ni cognitivo, o sea la recuperación neurológica era total. No es explicable cómo se recuperó tanto en tan poco tiempo", relató el médico.




Krinitzky no ve de nuevo a Yaxury y su familia, pero un episodio da un nuevo giro a la historia y él lo describe, "Tuve la oportunidad de formar parte del equipo que opera al hermano de un sacerdote católico en Vargas... Se me ocurre comentarle al sacerdote el caso de la niña, desde un punto de vista científico... Me pregunta si había hablado con los familiares sobre la intercesión de algún santo. Respondo que nunca hacía preguntas religiosas a los pacientes... Manifiesta que cuando volviera a verlos les preguntara y le hice ver que tenía como año y medio sin contactarlos... Regreso a San Fernando e inicia una cadena de coincidencias. Al día siguiente en mi consultorio se presenta Yaxury con su madre para una revalorización de rutina... Le consulto a la señora sobre la pregunta del religioso, y me cuenta que cuando fui a operar a su hija ella le pide el milagro a José Gregorio Hernández, y el resto de un relato maravilloso... Esa niña perdió cerebro, hueso y no le pasó nada. No se infectó y no tiene ninguna limitación... Llamo al sacerdote amigo y éste refiere la conversación a la iglesia católica... Desde ahí parte el camino".


La información es recibida en Roma y se constituye un tribunal, encabezado por el padre Geraldino Barrachini y donde también participó la doctora apureña Elizabeth Sosa de Bermúdez, para revisar todo lo concerniente al presunto milagro. Los milagros responden a características específicas.Tienen que ser irreversibles y durar en el tiempo. La curación no debe ser a medias, sino completa. Debe constatarse la intervención sobrenatural, porque no tienen explicación científica. Tres años de investigaciones, entrevistas y múltiples viajes de enviados de la Santa Sede se vieron comprometidos de lograr el objetivo de corroborar la instancia para llevar al trujillano a los altares.


Una mañana estaba el Dr. Krinitzky efectuando su aseo personal en el baño y recibe una llamada del padre Geraldino desde el aeropuerto de Maiquetía, acabando de arribar de Roma. Le manifestaba que era estrictamente necesario ubicar la tomografía preoperatoria, pues sin ese estudio se caía todo el caso. El neurólogo le expuso que la buscó en todas partes y no la encontraba, pero seguiría intentando a pesar de su desánimo. "Al iniciar el afeitado de mi rostro, frente al espejo de manera jocosa e irrespetuosa digo, José Gregorio mete tu mano para que aparezca la tomografía, a tí te conviene. Pasan dos minutos, aparece mi mujer y me dice que nuestros pequeños hijos, jugando en unos escombros de la casa, consiguieron el CD de la tomografía. Lo metí en la computadora y estaba como recién hecho. Llamé al padre Geraldino para darle la estupenda noticia. Eso fue impresionante. Soy escéptico y quienes me conocen saben que quedé sin palabras. Aclaro que no soy devoto de José Gregorio Hernández ni católico practicante. Todo ha sido un hilo de una coincidencia tras otra. Una menos explicable que la otra". Así prosiguió felizmente el trabajo.


Por siete décadas hubo intentos para que José Gregorio llegara al sitial que le corresponde en el catolicismo. La providencia reservó la gloria a Apure y los excelentes médicos escribientes del HPAO, que gracias a su intensidad llevaron un registro detallado de todo lo practicado a Yaxury desde su ingreso hasta el día que se dio de alta. Eso facilitó el éxito del tribunal del Vaticano para fortalecer el expediente entregado en la Conferencia Episcopal Venezolana. Correspondió al cardenal Baltazar Porras Cardozo anunciar que el Papa Francisco firmó el decreto mediante el cual eleva a beato al Siervo de Dios.


La guinda para nuestro estado se produce en un viaje de Richard López hacia San Fernando. Recibe inspiración celestial y compone una canción antes de cruzar el puente "María Nieves". Inmediatamente le envía la letra a su amigo arreglista Miguel Teixeira, del Ministerio de Música de la Basílica de Santa Teresa, para que lo revisara. Teixeira sintió que aquello era algo espiritual. Al leer y repasar las estrofas presentía existencia divina y le dijo a Richard que no se le cambiaría nada. Al poco tiempo se convirtió en el Himno del Venerable Dr. José Gregorio Hernández.


Por ser esperanza de aquel que está enfermo, modelo de santidad que da paz y consuelo a pobres y desposeídos, e instrumento de Dios brindando salud, José Gregorio Hernández es Personaje y Santo de mi Pueblo. Su milagro en Yaxury es una Vivencia que siempre llevaremos en nuestros corazones.








*** DEDICATORIA. A Pablo Ricardo Hidalgo Loggiodice, un ser extraordinario, único y católico de corazón y alma. José Gregorio hará el milagro en tí. Amén. 

*** Edición y Montaje: Lic. Wladimir José Hidalgo Benítez.

*** Agradecemos a la Arquidiócesis de Caracas, especialmente a la periodista Valentina Guaita, por los textos y fotografías. Al periodista Francisco Javier Loreto. A los doctores Alexander Krinitzky, Zaida Vielma, Yenny Solórzano, Juan Carlos Rodríguez y Elizabeth Sosa por sus testimonios. A Richard López y Miguel Teixeira por la magia musical. Y por supuesto, a Yaxury y su familia por ser instrumentos de Dios.

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