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JOSÉ FAORO Y SU CAIMANA

 * PERSONAJES Y VIVENCIAS DE MI PUEBLO*


Ing. Vladimir Hidalgo Loggiodice

*JOSÉ FAORO Y SU CAIMANA*

El amor tiene muchas facetas, modos y diversidades. A principios del siglo pasado, Apure fue testigo del querer hombre-animal más hermoso y extraño de su historia. La vida compartida de José Faoro y su caimana, que se convirtió en una leyenda regional, alcanzando fama internacional. 

Faoro nace en Brescia, Italia, en 1897 y vino a Venezuela a la edad de 15 años. Se radica en Los Teques, estado Miranda, conociendo ahí a un paisano de apellido Danello que lo trae a San Fernando de Apure. Inician una joyería, junto a Angelito Reyes, en la calle Comercio al lado del negocio de Luís Chang. Posteriormente compra una casa a Jesús María Hernández en la calle 24 de Julio, donde instala su legendaria y distinguida joyería. 

Además de este negocio, preparaba medicinas naturales para la cura del cáncer, hongos, asma y calvicie. Producía la Felibesta, destinada al engorde del ganado. Intentó registrar muchas de estas medicinas ante el Ministerio de Sanidad, pero jamás logró la permisología. También dedicó tiempo y esfuerzos al comercio de las plumas de garza y pieles de babo y caimán, al lado de los hermanos Barbarito y Tenerco.


Con apenas tres días de nacida llega a sus manos una pequeña caimana. Creyendo era macho lo llamó Negro, pero con el tiempo descubrió que era hembra y su nombre cambió a Negra. Desde entonces el animalito dormía todos los dias en su pecho y la quiso como una hija consentida.


Transcurren pocos años y se une sentimentalmente a la preciosa apureña Ángela Estévez, con quien estuvo hasta el último de sus días. No tuvieron hijos, pero la caimana y muchos muchachos que criaron llenaron ese vacío. La Negra dormía con ellos hasta la medianoche y con tantos chicos en la casa jamás hubo un incidente, mientras más cariños le hacían más dócil era. Comía diariamente tres kilogramos de pechugas, muslos o pescado de mar, pero no le gustaban los peces de río. Como dato anecdótico no se podía tocar con palos ni pies. 


Mientras Faoro descansaba en las tardes, la caimana reposaba a su lado. A la hora de levantarse su protector, ella abandonaba la habitación. Lamentablemente el italo-apureño sufre un infarto y en su lecho de muerte, con un beso intenso, le pide encarecidamente a Doña Ángela que cuide y proteja a la Negra por siempre. El 9 de julio de 1972 muere este gran hombre, querido por todos los apureños, y su caimana presintió la despedida de su amigo y padre de tantos años.


Relató Doña Ángela que al ingresar el ataúd con los restos de su esposo a la casa, la Negra pasó inmediatamente al salón donde se llevaría a cabo el velorio. Hernán Volcán, miembro de la familia, al ver que la caimana se dirigía hacia ellos, ordenó colocar la urna en el piso, y con un salto impresionante el reptil se montó sobre ésta. Todos los presentes, entre quienes estaban Don Pedro Salas y Don Eduardo Hernández, lloraban ante esta escena de amor y dolor. El sentimiento fue inmenso y las lágrimas sinceras. Niños y adultos se confundían en este pesar y no había forma de bajar a la Negra. Ni sus más cercanos podían controlarla, tuvieron que dejarla tranquila hasta que voluntariamente descendió. 


No durmió ni un minuto durante los días de velorio y entierro, pasando cuatro meses sin comer. Sólo unas inyecciones que le aplicó el Dr. Pedro Estrebado, su médico de confianza, le devolvieron el apetito. Lo insólito es que durante cuatro años no pasó jamás al salón donde se efectuó el velorio.


Al cabo de ese tiempo, Doña Ángela se peinaba en su habitación y oyó una voz idéntica a la de su amado y recordado marido y empezó a llorar de la impresión. Lo increíble es que la caimana tuvo la misma sensación y en ágil carrera pasó al salón del que se había ausentado por tanto tiempo. Comenta la viuda, " Yo me equivoqué, al igual que la caimana". Ese día fue maravilloso para esta familia, los niños aplaudían, sentándose arriba del animal, que volvió a ser el mismo de siempre. La voz que oyeron fue la de un vendedor italiano proveedor de la joyería y con tono similar al amor de sus vidas. El 27 de noviembre de 1992, día de la segunda intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez, muere la Negra de un infarto al igual que Don José. 


Fue tanto el amor hacia la Negra que la familia decide disecarla para conservarla por siempre en la casa que la vio crecer, compartir, disfrutar y morir. Encomiendan el trabajo al excelente taxidermista Cruz Rafael Martínez Guevara. Cuando recibió el cadáver tenía alto grado de descomposición, pues llevaba varios días de fallecida. Conocedor del gran valor sentimental, empleó el mayor de sus esfuerzos hasta lograr la joya que hasta hoy perdura.
    

Por su bondad, amistad, generosidad y hombre que supo ganarse el respeto de la comunidad que lo adoptó, Don José Faoro es un Personaje de mi Pueblo y la historia de su Caimana una extraordinaria Vivencia.

*** Edición y Montaje: Lic. Wladimir José Hidalgo Benítez. 

*** Este artículo es el producto de una entrevista que le hiciera hace 20 años a Doña Ángela Estévez de Faoro, al lado del cadáver disecado de la Negra, y a los relatos que me hiciera mi tía Clarita Estévez, sobrina de Ángela. Gracias al Lic. Asdrubal Estévez y al amigo Negro Aray por el apoyo fotográfico. 

*** Puedes seguir todos los artículos de esta columna en Facebook ( Vladimir Hidalgo Loggiodice y grupos Personajes y Vivencias de mi Pueblo, Amigos de Apure, del Liceo Lazo Martí y algo más ), Twitter ( @vladimirhidalgo), Instagram ( hidalgologgiodice ), Grupos de Whatsapp, Grupos de Telegram, Blog Personajes y Vivencias de mi Pueblo, Página Web www.busaka.xyz, Periódico digital NOTISUR y Red Nacional de Historia, Memoria y Patrimonio, adscrita al Centro Nacional de Historia.


Comentarios

  1. Interesante escrito, lo felicito por su iniciativa de difundir la historia de nuestro estado, estaré pendiente de sus publicaciones.

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    Respuestas
    1. Gracias Julio. Muy amable. Se hacen 6 publicaciones mensuales.

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  2. Muy interesante el reportaje y conocí a la caimana, al señor Faro, doña Ángela y Clarita. Recuerdos de mi infancia.

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