* PERSONAJES Y VIVENCIAS DE MI PUEBLO*
*Ing. Vladimir Hidalgo Loggiodice*
*PEDRO EMILIO SÁNCHEZ. LEYENDA DEL FOLCLORE LLANERO*
Por un mes comuniqué a la querida amiga Aurora Díaz de Sánchez, "mamá grande del llano", el deseo de escribir sobre su memoria histórica. Luego de varias semanas de espera y percibir que actuaba como si la sabana corría detrás de ella, decidí cambiar la estrategia para hacerla morder el anzuelo y disfrutar su fina y apasionada pluma. Solicité nos transportara por la vida del negro Pedro Emilio Sánchez y los recuerdos familiares que tanto atesora. En tres días obtuve respuesta.
"Caro Vladimir Hidalgo Loggiodice.
Hace unos días me hiciste un reclamo, me reprochaste no haber atendido a tu solicitud acerca de algunos detalles, a los que dí largas en la esperanza de que se te olvidaran, porque la verdad, la verdad? Siento que hay tantas cosas –y personas– de profundo interés para quedar sembrados en este devenir llanero, que me parece hasta tonto, sin incluirte en el calificativo, por supuesto, el que yo me ponga a escribir sobre mí. Tengo espíritu y aspiraciones de cronista, que vive y siente cuanto narra, porque agradezco a Dios los años acumulados, (los vividos, los soñados, los escuchados, los esperanzados, los por venir, los que nos dieron piso y hacen que podamos celebrar el hoy y nos comprometen a sembrar para mañana y siempre), obligantes a difundir su memoria para tatuarlos en el alma venezolana. Pero siento muy grande, casi inabarcable, el compromiso que me presentas: Escribir sobre Pedro Emilio, amado Negro Viejo, compañero de viaje, jornalero de amor y apoyo de mis días que cuando compartíamos eran fiesta y contento y ahora, después de su abrupta partida, es como si me asomara sobre algún profundo farallón o, que el horizonte se hubiese ido tan lejos que por más que quisiera, se me volvió por siempre inalcanzable. Sin embargo, ¿Cómo puedo decirle que no, a ese alguien tan especial, tan amigo, tan sanfernandino, tan madrugador y compañero en el caney de “Folclore y algo más”, en la Emisora “Superior 1.070”, la misma que me facilitaron, generosos, para otra vez asentar mis querencias en ese San Fernando que tanto quiero?
Tu afectísima,
Aurora Díaz de Sánchez.
En Barinas, Barinas, el 31 de mayo de 2021, en una tarde enrumazonada que me oprime el corazón y me aniega de recuerdos...".
Estimados amigos, dejo ante ustedes esta oda al amor, monumento al llano y folclore. Disfrutenlo hasta la última letra y ojalá cause en ustedes el mismo efecto que generó en mi fibra, corazón y alma.
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*PEDRO EMILIO SÁNCHEZ*
*Dra. Aurora Díaz de Sánchez*
"La tierra guariqueña que es tan bella me inspiró el romance,
la brisa que despeina tus cabellos me trajo el cantar…
recuerdos que no mueren ni se borran de mi mente al evocar
el silbido del viento que viene del palmar…
todo fue una armonía de alegría y no hay fantasía
una melodía va con mi cantar,
una melodía que a cantar se empeña
tierra guariqueña, tierra sin igual…". (Extracto del tema “Tierra Guariqueña”, letra y música de Pedro Emilio Sánchez). Retazos de una canción que quiso comprimir en muy pocos párrafos, la grandeza de un pedazo de la tierra que a menudo reclama a sus hijos, exigiéndoles retorno, no importa el lugar donde se encuentren, porque siempre ocuparán su corazón…
Ya en “La Querencia”, ese refugio que con amor construimos en tierra piemontana, diminuto paraíso verde, valle fértil cruzado por quebradas y ríos, nutrido de manantiales y a la sombra de los picos de la Sierra Nevada –desde donde bajaba la brisa que refrescaba sus mañanas– ubicados vecinos a Batatuy, cerquita de Socopó, en la ruta que conduce al Táchira y al Alto Apure. En las tardecitas, al concluir la jornada, o comenzando la noche, gustábamos de sentarnos en el patio de atrás, casi frente al corral, y allí, haciendo el inventario del día a día, irremediablemente regresábamos a las evocaciones de nuestro llano bajo, el llano viejo que alimentó nuestra infancia, que alentó nuestro sueño adolescente y conformó las aspiraciones adultas…Y así, una vez y otra vez, evocábamos, y confesaba, con una espiguita de paja en la mano, la que de vez en cuando mordisqueaba –y preguntaba, aun conociendo las respuestas–para llegar siempre a una eterna conclusión: La Voz del Llano existe y yo pensaba; él, como yo, la escucha, tiempos ha…
El año 1953 (o a comienzos del ´54) graba, con el conjunto “Palmarito”, el “Seis por Derecho”, del folclore, con una letra que compuso evocando versos que escuchaba en la voz de su padre, Don Pilar, cuando repetía melodías ancestrales como los del corrido de “Los Negros de Pana Pana”, adecuándolos a un baile sabanero, donde los músicos eran los integrantes del conjunto: Juan Vicente Valera, apureño, al arpa; Juan Briceño, guariqueño (de Camaguán) al cuatro; Valentín Caruci, Director e impulsor de dicha grabación, y él en la voz y las maracas. Decía Julio César Sánchez Olivo que “fue Pedro Emilio el primero que se atrevió a grabar música recia”, pero ya antes Valeriano Mendoza, de Elorza, había grabado con Ignacio Indio Figueredo cuando Reinaldo Espinoza Hernández y Osvaldo Lares llevaron al “Indio” a Caracas, a la inauguración del tren de Caño Amarillo, y Loyola había salido al mercado musical con “El Gavilán”, acompañado por Juan Vicente Torrealba en la guitarra; con el mismo Juan Vicente, también con guitarra, ya la porteña Magdalena Sánchez irrumpía con “Los Caujaritos”.
Al respaldo del seis sonaba un pasaje con música del Indio y letra de él, titulado “Las Ramas del Guayabo”. Casi de manera inmediata graba el pasaje, también con música del Indio Figueredo y letra de German Fleitas Beroes “Guayabo Negro” y en el respaldo “Las Flores”, con música de Juan Briceño y letra también de Germán.
Era la década de oro de nuestra música, que llegaba a Caracas desde cualquier rincón provinciano, y los llaneros, “cruzando bancos y esteros”, también se atrevieron. El éxito los acompañó, y su presencia era solicitada en las emisoras, en la naciente televisión, en presentaciones privadas y en todos aquellos lugares públicos –cines, teatros, aeropuertos– donde era obligatorio presentar música en vivo. Eran pioneros; el arpa de Juan Vicente, con añoranzas de ternura y palmar, abría caminos para que el público nuevo degustara “un poco más” de la esencia del llano, la que traían “Los llaneros del oeste” con José Romero, y “El coplero del Llano”, Pedro Emilio.
Allí estaban también Magdalena, la eterna; Marcelo Quinto, Melecio García… Se hicieron anchas las fronteras y sus voces se escucharon con el joropo, música emblema de Venezuela, allende los mares… Después llegaron los que terminaron de plenar el cielo llanero con la generosidad de su canto, haciendo eternos sus nombres: Marisela, Mario Suarez, Héctor Cabrera, Rosalinda García, Benito Quirós…Y vino el Cuatricentenario de Valencia, punto de convergencia para todos quienes concurrieron a serenatearla y donde los del “Palmarito”, quienes cumplían presentaciones diarias en la emisora "Radio 810”, propiedad de Ali Cacavale, y hospedados en las cercanías, en la casa de Doña Juanita de Agudo, un día, mientras ensayaban escucharon una voz de registro celestial que repicaba sus canciones desde el baño; era Eleazar Agudo, hijo de Doña Juanita, apenas un niño que se asomaba a la adolescencia.
En las conversaciones entre amigos se corría la voz acerca de los visitantes y un día, mi papá se acercó a la emisora y preguntó por Pedro Emilio, quien ciertamente resultó hijo de “su tío Pilar” –parentesco amasado en la crianza junto a sus sobrinos Sánchez Díaz, de El Tinaco– su sangre por la línea materna y sobrinos de los Sánchez Acosta (de El Calvario, en Guárico) por el lado paterno. A la muerte del abuelo materno, General Ángel Díaz Arana, quien protegía a sus nietecitos y a su hijo casi póstumo –y menor que sus sobrinos– quedó la parvada de muchachitos al cuidado de la familia Sánchez Acosta, por lo que mi papá se crio llamando “tío” a Don Pilar, y la posterior generación –Pedro Emilio y sus hermanos– llamaban “tío” a mi papá.Y se hicieron constantes las visitas a mi casa, embajada llanera desde siempre. Era normal encontrarle conversando con papá y muy a menudo serenateándolo, para darle a conocer sus últimas interpretaciones. Yo aún no había cumplido 15 años, él casi 25, nací el 16 de Julio del ´40 en Tinaquillo, hija de Reinaldo Díaz y Carmen Bocaney y él nació en el mismo pueblo, el 12 de Noviembre de 1931, hijo de Pedro Pilar Sánchez Acosta e Isabel González. Las nuestras fueron ilusiones furtivas, amores a escondidas, esperarnos en la puerta del Colegio de Lourdes, de San José de Tarbes, y escoltarnos las 23 cuadras que caminábamos hasta la casa, cargando mis libros. Anhelaba su presencia y se calmaban mis ansias cuando lo veía, parado religiosamente en la esquina del colegio, y mis compañeritas –quienes viven y cada vez que podemos conversamos– Consuelo Escobar y la Coca Castillo, sonreían suavemente…
Siguió su rumbo la vida; él cosechaba éxitos, recorría el país con “los Juancheros Polar”, conjuntos organizados por Juancho Alvarado, larense con profundo sentimiento llanero, para la empresa Polar, a objeto de promover el nuevo producto de la firma y a la vez difundir nuestra música. No hubo rincón ni fiesta patronal –entonces aún no habían ferias– donde no llegara primero el conjunto y sus voces cantadoras y más atrás los camiones cargados con el nuevo producto: La Polarcita. Seguía escribiendo, componiendo, cantando de manera disciplinada, visitándonos de vez en cuando, siempre acompañado por algún amigo cercano –los ya mencionados– y Rafael Montaño, Víctor Morillo, Cándido Herrera, y otros que generosamente le apoyaban y mientras tanto, yo estudiaba.
De repente, la vida nos lleva por diferentes rumbos…
En Enero de 1958 cae la dictadura y él estaba en Maracaibo; regresa a Caracas y ya allí, comienza a sentir como una voz que le repetía: “El llano te está llamando”, y crece en él la añoranza por esa tierra que desde muy niño lo ató y lo aquerenció, y decide regresar al lugar de sus ancestros, Guárico. Su papá era de El Calvario y su mamá de Guardatinaja, y él se establece en Palo Seco, entre Calabozo y El Sombrero, en una fundación que era del Dr. Carlos Loreto, y sembraba arroz de secano en Mata Larga, tierras de Don Ricardo Montilla, y compraba y vendía puñitos de ganado, y seguía, escribiendo, componiendo, cantando. La vida es dueña y señora y un día determinó nuestro reencuentro: Vivimos días hermosos, compartimos agua de manantial, volamos con garzas soñadoras, nos aromamos con rosas y me envolvían las notas de "Sentimiento Apureño" de Manuel Luna, en la voz de Francisco Montoya cantando los versos que para ello escribieron Pedro Emilio y (ya mi compadre) Carucí.
A menudo tenía casos que atender en San Fernando, o tomaba esa ruta, rumbo a Achaguas y Apurito, para, atravesando el río llegar al fundo, en la cuenca del Juanapalo. Entonces era común que cuando llegaba a la capital apureña me hospedaba en el Hotel “La Torraca” (aún no existía el boulevard) en el 1er piso, en una habitación que tenía un balcón y desde ahí se veía la placita que queda frente al Palacio de los Barbarito, por un lado el Restaurant D´Julio y el Banco del Caribe y la farmacia de los Salas, donde siempre estaba la sonrisa atenta de Chelis; en el otro frente estaba el negocio de Eduardito Hernández, y justo en la esquina había un samancito a cuya sombra ya me esperaba Pedro Emilio; después nos íbamos donde los primos Bocaney Oribio y en su compañía nos sentábamos en el puente, sobre el rio, y conversábamos horas, hasta que refrescaba la noche. Nos casamos la tarde del 25 de Mayo de 1968 en San Fernando, en la quinta "Cachilapo", propiedad de Jacinto Martínez y Nancy. Nos casó Cruz Evelio Farfán. Nos apadrinaron mis primos Osvaldo Bocaney y Luisa Oribio de Bocaney, y mi compadre Melecio García y Marujita Del Nogal. Allí nos quedamos, en esa casa, viviendo en ese amado barrio “Mango Verde”, en la 1° de Mayo, al lado de Doña María y Don Cruz, vecinos de Don Carrasco, y cercanos a los Noriega, en “Chompresero” y los compadres Galeano, cerca del río.
Los días corrían. La vida fluía. Nuestra casa era un parnaso donde convergían los caminos y los amigos nos visitaban, y músicas y versos no faltaban, como tampoco coporos y carne gorda que compartir… La carne costaba cuatro bolívares el Kg, el cochino, tres si era macizo; 2,50 si era con huesos o “adobo”; el bagre costaba Bs. 1,50 y la cachama un bolívar! Vendedores que llegaban a la puerta te ofrecían el sancocho por un bolívar: cuatro coporos, 2 raíces de yuca, una mano de topocho, y “un tabaquito” con ají dulce, cilantro de monte, comino y sal…
Mis hijas –Ana Mercedes, la mayor, catirita, presumía de parecerse a mí y la negrita, Isabel María, ellas decían: Igualita a mi papá… me nacieron grandes y las aportó Pedro Emilio– crecían y estudiaban; yo ejercía y (con la ayuda de tooodos) me ocupaba de la casa y él compraba y vendía ganado y atendía el fundo “La Dormida”, donde lo acompañaba cada vez que había oportunidad.
Cuanto guarda San Fernando en nuestro recuerdo. Diós mío! Tardes serenas y noches estrelladas frente al rio, viendo relampaguear la luna en los cardúmenes, las visitas madrugadoras de mis compadres Marcelo Quinto y Melecio, Jiménez y García, sus cuentos, las guitarras de Reinaldo Fernández, Marchena y Carmelo Aracas; la figura soñada o visualizada? del loco Juan Carabina, con su sombra alargándose en la arena, mientras le cantaba a la luna blanca, grandota, alcahueta de amores y travesías; las arpas del Indio, de Menejo, de José William y Urbino adolescente (Eudes también era muy joven y andaba con su hermano tocando bajo y cuatro), de los también guariqueños, como los dos anteriores, Remigio García y Luis Suarez, los versos de Julio César y el compadre Hernández Guevara, Freddy Ibañez muchachito, declamando. El negrito Machado Madrid, y la eterna “Voz de Apure”, abierta a la esperanza, de la mano de nuestra siempre añorada Rosita Cestari…y Pedro Mujica Sánchez, y Pedrito Laprea, y la Dra. Victoria Luisa Deternóz… y las alpargatas villacuranas o pascuenses que traían donde el negro Aray o Don Carmelo Rujana, y las ventas de chicha y carato de mango verde, en latas grandotas, en cada esquina…
Era mucho cuanto evocábamos de San Fernando en las tardes de "La Querencia", y nuestro pensamiento retornaba y nos asaltaban nombres y lugares: Alfredo Zerpa, el Negro Crespo, el Negro Oviedo, Tomás Zoppi. la Chinga Vivas, Don Jorge y Glicery Gracia, Luis Morales Padilla, los Moser, los Lugo, los dulces de los Ampueda, las cachapas de los Piligra en el viejo mercadito; todos mezclados en efectos y propósito de amoroso crecimiento en San Fernando, el de las casa de puertas abiertas y los amigos solidarios, en el joropo y en la desesperanza…
En tierras barinesas, era otro mundo, también amable y generoso, cálido y querendón pero el llano viejo nos llamaba. Él seguía escribiendo y componiendo, cuando la crueldad de una enfermedad asintomática nos sorprendió, obligándonos a recorrer caminos dentro y fuera del país. El 30 de Noviembre de 1981, en la madrugadita, fallece en Nueva Orleans, Luisiana, en E.E. U.U. No pudo remontar el Mississipi… Regresé con él tal como quería, al llano. A esta tierra le encomendé sus restos y aquí descansa mi “Turpial Dormido”, como bien dijera Eduardo Ali Rangel.
Entonces perdí el control de los días. El tiempo se detuvo, transcurría casi sin sentirlo. En cierta ocasión, a través de mi queridísima, inolvidable amiga hermana Josefina Montilla, me proponen hacer una suplencia por 21 días en la Defensa Pública en San Fernando. No lo pensé. Esos 21 días se convirtieron en seis meses hermosos, en los que recorrí calles, conversé con el río, abracé a los amigos, comí otra vez en D'Pepino con los compadres Margarita y Pepino, y en las madrugaditas y en las tardes recorría sus espacios en las ondas de “Superior 1.070”, abierta a mis antojos y a mis sueños, y retornaban los afectos en los hijos ya crecidos, en Rafucho y Zarataco, en sus muchachos, y sus esposas, Aída y Zuly, compañeras de luchas y anhelos… Y mis colegas amigos hermanos, el negro Felix Ostos; David Alfredo Manrique Maluenga, Margarita, mis sobrinos David y Ernesto y los que se me quedan en el recuerdo. Al mismo tiempo, el caney imaginario de “Folclore y algo más” me cobijaba junto a Francisco Javier, Evis, Vladimir, Wilfredo, Checho, Anadina y cuantos, cuantos más, que trabajando o escuchando aliviaban los pesares y hacían más ligera la sonrisa.
Ya de retorno a nuestra conversación, quiero comentarles que algunas de sus composiciones han sido difundidas en su voz propia y en la de nuestros más preclaros y queridos intérpretes, a quienes agradeceré eternamente, porque aún siendo parte de otras generaciones han sido devotos de las mismas y hoy, casi a 40 años de su viaje a otras sabanas, siguen sonando… Podría mencionar entre otras: "Seis por derecho", "Arrullo de amor", "¿Cómo será?", "Cuando cabecean las aguas", "Cuando la tarde regresa", "Cuando te vas", "De mí te fuiste", "Fuiste para mí", "Irma querida", "La ley de la vida", "Romance en la lejanía", "Querer traidor", "Las rosas del sentimiento", "La resaca", "El canario en el limón", "Cuando yo muera", "Navidad llanera", "Con el fulgor de tu mirar", "Fuiste tú", "Arbolito", "Brisas del guamal", "Las ramas del guayabo", "El llanto de un arpista", "Sentimiento apureño"…Gran parte de estas canciones le pertenecen en música y letra; otras, sólo la letra pues las compuso sobre música perteneciente a otros, como "Arbolito" y "Las ramas del guayabo", del Indio Figueredo. "Sentimiento apureño", de Manuel Luna, "El llanto de un arpista", de Eudes Álvarez.
Algunas canciones que se conocieron originalmente en su voz se le atribuyen, pero “Guayabo negro” pertenece en música al Indio Figueredo y la letra es de German Fleitas Beroes. Con todo y que lo aclaré muchas veces, del otro lado del Arauca todavía lo llaman “Señor Guayabo Negro”. "Brisas del guamal" es un golpe muy viejo del folclore, le pertenece la letra, y “Brisas de Apure” y “El arpa llora en sus notas” pertenecen en letra a un caraqueño que hace más de 70 u 80 años, ¿quién sabe? Llegó a Camaguán y se enamoró del llano, se llamaba José Manuel González Palacio y la música de Juan Briceño. Sus canciones se conocen en su voz y en las de diferentes intérpretes, tales como: Juan del Campo, Julio Perdomo, Luis Borjas, Wilson Cajamarca, Sexagésimo, Cholo Valderrama, Jesús Daniel Quintero, Teo Galíndez, Francisco Montoya, Eneas Perdomo, Isabelita Aparicio, Teresita Vegas, Magdalena Sánchez, Ana Mercedes Sánchez, Nancy Brizuela, Simón Díaz, la agrupación “Triángulo Vocal”, Cristóbal Jiménez, Alberto Castillo, Hermanos Oropeza, Juan Chiquito, Manuel Bandres, Mario Suarez, Raquel González, Rummy Olivo, Rafael Moreno, Rafael Montaño, Carlos Almenar Otero, José Catire Carpio, Aristides Díaz “El pollo de Aragua”, Sadib Meza, Héctor Cabrera, Mercedes Belandria, Julio Jaramillo, Guillermo Jiménez Leal, Jesús Moreno, Luz Marina, Rafael Matos, Miguelito Díaz, Mayra Castellanos, Soledad Bravo, Vidal Colmenares, Cecilia Todd, Raquel Castaño, Carmelo Flores, Benito Romero, Luisita Tavares, Luis Ariel Rey, Reina Lucero, María Teresa Chacín, Ali Cabello…Hermosas versiones, a cual más sentidas, de diferentes generaciones, con las que se regodeará y llorará de emoción cada vez que allá donde ahora esté, llegue su eco…
Así mismo hay mucha devoción y creatividad en las versiones instrumentales, con las que a veces me envuelvo y arropan mis sueños... entre otros me atrevo a mencionar a Cándido Herrera, Eudes Álvarez, Urbino Ruiz, Héctor “Gabán” Hernández, Anselmo López, Cheo Hurtado, Moisés Torrealba, Ensamble Gurrufio, Grupo “Super Tamarindo”, Leonard Jácome, Grupo "La Talanquera", David Moreira. A veces hasta he llegado a pensar que de sentir tanto lo que versionan, casi deben verlo como propio, con una condición de pertenencia que hace suya también dicha canción… Así, en bandolas, arpas, cuatros, ensambles, viaja ligera su música y se refugia amorosa entre las cuerdas inigualables del violín de David Moreira.
Mi deuda es muy grande, y a veces me pregunto cómo pagarle a todos cuantos se han encargado de mantener su nombre, vivenciando su numen, su clásica simplicidad, su poder de síntesis, su poesía de agua y viento, de romance, de garzas, y de rosas y lirios, de verdades eternas, de hombres y mujeres apasionados de su tierra y con espíritu universal.
Siempre me dijo que escribía, componía y cantaba con voz de pueblo, porque sus canciones eran del pueblo y para el pueblo, no importa que no supieran que eran de él. Lo importante era oírlas en labios adultos e infantiles, que finalmente serían quienes las eternizarían… No era muy conversador, pero cantando o entre amigos se desbordaba, y entonces se arrimaba al arpa o al cuatro, y cantaba, y cantaba, y en alguna oportunidad, en esas horas de intima conversación me decía: Con nadie tengo tantos recuerdos como contigo, nadie siente mi música como tú; contigo soy firmeza y tú? Sabes que tú eres mi luz, tú eres mi sol, tú eres mi todo…Como será que tú eres toda mi esperanza!
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Pedro Emilio regó de cantos a toda Venezuela y sus letras legendarias se transmiten por generaciones en las voces de los copleros más versados. Cultivó la amistad sin fronteras y llenó de amor a su familia. A ritmo de seis por derecho sembró romance en la lejanía y sentimiento apureño, para convertirse en un Personaje de mi Pueblo.
*** Edición y Montaje, Wladimir José Hidalgo Benítez.
*** Agradecemos a la encantadora Aurora por tomar parte de su tiempo para producir este histórico y bello relato. A su hijo Reinaldo Emilio Sánchez por las fotografías.
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EXCELENTE...COMO EL LLANO MISMO, COMO LA SABANA OLOROSA A MASTRANTO, FELICITACIONES...!
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarGracias hermano
ResponderEliminar!Caracha Negro!. Como diría, la otra leyenda del llano: Don Simón Diaz. Esta reseña, con sentida y auténtica narrativa, mueve las columnas de los recuerdos y avivan los sentimientos nacionalistas, llaneros, y apureños, en especial. Con razón, Wladimir, te derrites cuando hablas de esa belleza espiritual que es Aurora, perdón por el atrevimiento de mencionarla así, sin los epítetos que se merece, pero es que su nombre solo, ya nos indica que ha habido un amanecer y que el atardecer luce muy lejano. Gracias Wladimir y su equipo de trabajo, por regalarnos tan hermosa Crónica. FELICITACIONES...
ResponderEliminarGracias profesor. Ciertamente Aurora es poesía, llano, folclore, costumbres y vivencias. Una enciclopedia viviente y sabrosa de leer y oír.
ResponderEliminarTodo lo que venga de la "Mamá grande del llano"...es amor que derrama su corazón, corazón más grande que la inmensidad del llano. Eres única....mamá Aurora
ResponderEliminarTodo lo que venga de la "MAMÁ GRANDE DEL LLANO", es amor lo que derrama su corazón, corazón más grande que la inmensidad del llano...es es para todos mi mamá Aurora.
ResponderEliminarVladimir, una historia excelente que surca nuestro folklore en el llano legendario, es tanto lo que debemos a nuestra tierra y a estos grandes artistas que pasaríamos siglos difundiendo vivencias y nunca terminaríamos, saludos. Ramon Sosa.
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